El conflicto está lleno de mitos y normalmente la sola presencia de la palabra puede contribuir a que se nos erice la piel. Sin embargo, ser humano implica tener conflictos. No podemos escapar de nuestras necesidades, miedos, egoísmos y enfados. Sólo podemos elegir cómo responder ante ellos.
Dependiendo de nuestros presupuestos y experiencias vitales, hay distintas respuestas posibles:
- Negarlos, que es como cuando nuestras pequeñas personitas cierran los ojos para que no les vean. Siguen estando ahí.
- Evitarlos, supone dar grandes rodeos para no enfrentarse a un precipicio. Consume tiempo y energía, pero no lo soluciona.
- Rendirse implica resignación, resentimiento y rendición.
- Avasallar pueda dar beneficios a corto plazo, pero a largo plazo deteriora las relaciones. Nadie quiere estar con personas agresivas.
- Compromiso, concesiones mutuas, implica estar a mitad de camino. Es la solución salomónica en la que las personas involucradas pierden un poco cada una.
- Resolución creativa y colaborativa, que es la opción que me gustaría analizar hoy.
Al margen del tipo de respuesta, hay dos tipos de conflicto:
- Los conflictos operativos aparecen cuando las personas involucradas tienen el poder para decidir acciones futuras y además el conflicto se basa en una escasez o limitación que impide que cada persona obtenga lo que desea de forma independiente (o invertimos en calidad o invertimos en marketing, o vamos de vacaciones al monte o vamos a la playa). Si tuviéramos suficientes recursos para invertir en ambos sectores o para irnos de vacaciones a los dos destinos, no habría conflicto.
- Cuando el conflicto sólo afecta a la relación, a la autoestima y a los sentimientos es un conflicto personal.
¡¡¡Ojo!!!Todos los conflictos son personales, pero sólo algunos son operativos. En un conflicto operativo la diferencia es sobre una decisión material, en un conflicto personal es sobre un valor abstracto: quién tiene razón.
En cuanto a la forma de gestionarlos, en todos los casos hay que prestar atención a las relaciones y a la emocionalidad.
Si son conflictos personales y, por lo tanto, no hay escasez de “razón”, se trata de una diferencia de gustos y opiniones siempre subjetivas (“qué está más rico: el helado de fresa o el de chocolate”, “cómo se cuelga la ropa”, “cómo se redacta un buen informe”, “cuál es la actitud ante una crisis”,…). El elemento disolvente del conflicto es el respeto por la otra persona, la aclaración de las posiciones y de las expectativas y la escucha activa. Se puede llegar a un acuerdo formal o simplemente acordar que se está en desacuerdo.
Cuando se trata de conflictos operativos, hay que decidir el mecanismo de adjudicación alternativo, en caso de que no se logre el consenso. Además, es interesante diferenciar entre posición, que es la postura que se manifiesta, e interés que hace referencia a los deseos y necesidades que están en la raíz de las posiciones. Los intereses son compatibles, lo que no suele ser compatible son los medios. Gestionar el conflicto como un trabajo creativo y colaborativo en el que las personas involucradas buscan cómo dar respuesta a sus mutuos intereses implica pasar de un modelo ganar-perder a ganar-ganar.
Las alternativas están encima de la mesa y la vida es una escuela magnífica que brinda cada día múltiples oportunidades para práctica. ¿Vas a cambiar algo en tu forma de afrontar el próximo conflicto? ¡Atrévete a probar!.
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