Miércoles, 07:30 horas. Se producen algunos retrasos en el metro y a consecuencia de ello, los primeros vagones que llegan se abarrotan por completo. De pronto, viajando en uno de ellos, en la mitad del trayecto, se escucha un mensaje por megafonía:
“Buenos días, les habla el conductor. Sólo quiero discúlpame por las condiciones en las que están viajando ustedes hoy. Lamento las molestias”.
Jueves, 09:10 horas. Tres personas ocupan los asientos para los que existe prioridad de utilización por parte de personas con discapacidad, personas mayores, embarazadas o personas que viajan con silla de bebe. En una parada, se monta una mujer con una silla de niño y las tres personas se levantan a la vez y ceden los tres asientos. La mujer coloca la silla, se sienta, sin mirarles, sin hacer ningún gesto, sin pronunciar palabra alguna.
Soy usuaria diaria de los servicios públicos de transporte desde mi época universitaria, (vamos, que ya ha llovido…) y en ocasiones, este contexto me ha ofrecido estampas que, por cotidianas, no dejan de resultarme provocadoras y que me dan la oportunidad de reflexionar.
Ese es el caso de las dos anécdotas que acabo de resumirte y de las cuales he sido testigo presencial esta misma semana.
En el primer caso, la profesionalidad y empatía de un trabajador que decide accionar su micrófono para disculparse públicamente en nombre de la empresa en la que trabaja, por no prestar el servicio que considera adecuado.
En el segundo, alguien que, aunque depositario de todo el derecho legítimo de uso de un elemento determinado, no manifiesta a quien de manera inmediata se lo cede una mínima muestra de educación o cortesía, ni con una leve sonrisa, ni con un gesto de aceptación, ni con el básico “eskerrik asko”, “gracias”.
Soy consciente de que esta segunda situación puede provocarte, quizá, algunas dudas. También me ocurre a mí, si me imagino que detrás de esa actitud puede haber circunstancias duras y mucho más que atenuantes o simplemente pensando que esa persona puede estar actuando en «piloto automático», totalmente absorta en sus pensamientos, como tantas y tantas veces nos ocurre a todos/as. Sin embargo, si las dudas tienen que ver con si realmente alguien tiene que agradecer a otra persona que le otorgue el derecho que, de manera establecida, le corresponde. Yo diría, echando mano del refranero que “ lo cortés, no quita lo valiente”.
Me explico. El hecho de que una persona que trabaja en hostelería tenga como parte de su trabajo, servirme como clienta la comida que pido, no excluye que cada plato que traiga o servicio que me presta, yo conteste con un “gracias”.
La vida está hecha de pequeños instantes y, en ocasiones, no somos conscientes de la gran repercusión que nuestros comportamientos, aparentemente anodinos, insignificantes o intrascendentes, tienen en las personas que nos rodean. Y me refiero, para bien o para mal.
No sé si puedo considerarme representativa de la media en este caso, pero tengo que confesar que, cuando en mis idas y venidas diarias, una persona me sonríe, me da los buenos días, me da la bienvenida o me dice kaixo! ¡hola! cuando entro a una tienda o, incluso, cuando el metro que cojo todos los días espera que acabe de bajar corriendo las escaleras atropelladamente para que entre en el vagón, realmente están haciendo que mi día sea más bonito, más amable. Mejor, sin duda.
¿Por qué vamos por la vida, en muchas ocasiones, guiándonos por la ley de la escasez, en lugar de la de la abundancia de amabilidad? En este caso, no podemos recurrir al coste económico o a que no tenemos tiempo, porque no exige ni lo uno, ni lo otro. ¿Por qué entonces?
Por cierto, además del efecto positivo en tu entorno más o menos íntimo, esta medicina positiva también tiene efectos secundarios más que deseables y también transformadores en ti mismo/a.
Se trata simplemente de recoger el valor infinito que tiene cada persona y verte en los ojos de los demás. Con tu permiso, te animo a que pruebes a aumentar tu dosis de amabilidad. A ver qué ocurre…
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Eskerrik asko! ¡Gracias por la visita!
¿Cómo no me va a gustar? me parece más que necesario, Idoia.. yo quizá peco de ello, pero en este caso, prefiero pecar a quedarme con las ganas… cuesta tan poco decir un gracias o un por favor… será de lo que menos cuesta, por lo menos en términos económicos.. así que eskerrak zuri por recordarnos lo más esencial y lo que mueve montañas.
Eskerrik asko Arantza. Efectivamente, qué poco cuesta y qué gran influencia en nuestro entorno… Me consta que tú predicas con el ejemplo. Un abrazo.
Tienes toda la razón. Una vez, hace algunos años me hice la misma pregunta ante una situación… una niña se acercó a mí, le saqué la lengua, la sonreí. Ella reía. Su padre la apartó sin contemplaciones, ni una sonrisa, ni una palabra. ¿Tanto miedo nos da acercarnos a la gente?
Yo he tenido que obligarme a «no sonreír» a la gente con la que me cruzo… me miran raro. Pero confieso que, muchas veces, no lo puedo evitar…
Kaixo Erika, me da pena leer que tienes que esforzarte por no sonreír. Yo te animo a que en ese punto no te dejes llevar por la corriente social y seas tú misma. Con esa sonrisa permanente y dispuesta a sacar la lengua a cualquier criatura… Mila esker.
Idoia! tan obvio y tan necesario recordarlo ;·) Me encanta la gente que lleva la sonrisa puesta de serie y me encanta la gente que sin llevarla, se esfuerza por llevarla.
Hasta donde yo he podido observar, siempre me ha chocado que una cultura como la española, que lleva el cartelito de alegre y abierta, frente a una cultura anglosajona, más fría, la primera (no en términos absolutos, por supuesto) no cuente con esos principios fundamentales de educación y la segunda lo tenga tan interiorizado. POLITE. Ese es el término. De los primeros que te enseñan en primaria cuando estás en clase de inglés.
A mi hija de casi 4 años siempre le digo: cariño, no tienes que dar besos o querer a todo el mundo con la misma fuerza que quieres a aita y a ama, pero es importante que, por lo menos, les saludes con una sonrisa y que des las gracias. Unos mínimos siempre debe haber. Luego ya, lo dejamos en mano de cada forma de ser.
Creo que el agradecimiento es uno de los valores fundamentales que un niñ@ debe interiorizar desde el minuto cero. Hay muchas maneras de ponerlo en práctica. Ahora que llegamos a la época navideña, recibiremos tod@s seguro, unos cuantos Christmas en nuestro buzón. Es importante entonces, dar las gracias por ello. Bien con una felicitación de vuelta, bien con una llamada telefónica. Y que nuestros niños lo aprendan así.
IDOIA: GRACIAS. ESKERRIK ASKO. DANKE. THANKS. MERÇI.
Hola Leire, muchas gracias por compartir tus reflexiones sobre este tema en el blog. La verdad es que dicen los expertos que educamos más, cuando no nos damos cuenta de que nuestros hijos/as nos observan. Estoy segura de que tu txikitxu te verá muchas veces sonreír a los demás y serás sin duda un modelo de amabilidad para ella. Un fuerte abrazo.