A través de nuestra educación, nuestras experiencias vitales, nuestros modelos familiares y sociales y un larguísimo etcétera hemos creado nuestro modelo mental, que es algo así como las gafas invisibles que llevamos puestas continuamente y, a través de las cuales, sesgamos lo que podríamos denominar realidad, visualizando oportunidades o ejerciendo un verdadero auto-sabotaje frente a nuestros objetivos. En la mayoría de las ocasiones, ese modelo mental es inconsciente y automático, influyendo en nuestros pensamientos, acciones y decisiones sin ser conscientes de ellos.

Nuestro modelo mental se compone de paradigmas que nos resultan útiles y por eso es muy difícil atreverse a testarlos o cuestionarlos. Es más, hay personas que están tan identificadas con sus ideas, que cualquier oposición a las mismas supone una auténtica tragedia. Sin embargo, lo peor no es la subjetividad, sino el no ser consciente de ella.

Causas

Si no existe movimiento es porque dos fuerzas antagónicas se están oponiendo, es decir, que si yo no consigo cumplir mi propósito, es porque dentro de mí existe una fuerza de igual intensidad, pero en sentido contrario que está impidiendo que el cambio se produzca.

De igual manera que los cambios que nos proponemos se basan en nuestros valores, las fuerzas que los oponen también obedecen a valores nuestros, lo que ocurre es que quizá esas fuerzas profundas que nos mueven no son conscientes para nosotros/as o solo conocemos una parte de ellas.

Repercusiones o limitaciones

En cuanto a las repercusiones, la más evidente es la constatación de que no somos capaces de obrar cambios de conducta o nuevos comportamientos que, desde hace cierto tiempo, nos rondan la cabeza como una lista de temas pendientes.

La cuestión es que, independientemente de lo bien intencionados que sean esos propósitos, a veces, no sabemos muy bien porqué, nuestras promesas acaban esfumándose, dejándonos la amarga sensación de que, una vez más, no hemos sido capaces de cumplir lo que nos habíamos propuesto. Nos atormenta la falta de palabra, de integridad, nuestra indisciplina, nuestra falta de voluntad y finalmente, la emoción de la culpa hace acto de presencia.

Entre las herramientas que pueden ayudarte a hacerle frente se encuentran las siguientes:

Visualiza tu conflicto

–              Analiza los motivos ocultos por los que inconscientemente te saboteas en esos propósitos de cambio.

–              Sé consciente de las fuerzas internas que tiran de ti en distintas direcciones.

–              Visualiza los valores que se encuentran detrás del propósito que persigues y detrás del obstáculo que lo frena.

–              Siente de qué manera enfrentarte a tus objetivos te provoca alguna reacción fisiológica o emocional.

–              Evalúa el coste del cambio y determina si es asumible.

–              Visualízate una vez que has conseguido tu meta y analiza si hay sombras o cuestiones que te pueden impedir celebrarlo.

Soluciona tu dilema

–              Encuentra conductas que te permitan honrar tus valores más importantes, sin sacrificar tus propósitos.

–              Atrévete a hacer pequeños experimentos y analiza cómo te sientes.

–              Recupera tus fortalezas y recursos.

–              Asume que el cambio es difícil.

–              Busca alternativas creativas a tu dilema.

–              Analiza ocasiones anteriores en las que has conseguido tus objetivos y descubre cuáles eran los motivos que te alentaban.

–              Gradúa el acercamiento a tu objetivo y busca el punto dulce que no te provoca malestar.

Foto de GR Stocks en Unsplash

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