La procrastinación, postergación o posposición se produce cuando retrasamos la realización de actividades que debemos afrontar o las sustituimos por otras que nos resultan más agradables, aunque no sean relevantes. Por su parte, la pereza es una emoción que también nos lleva a no poner empeño o a no desarrollar ciertas tareas que deberíamos realizar.

Dado que todas las acciones implican un gasto de energía, para asumir el esfuerzo que implican es preciso que el beneficio que se espera conseguir, ya sea inmediato o futuro, compense.

Las personas vivimos en un continuo autodiálogo con nosotras mismas. Ese diálogo está plagado de explicaciones y justificaciones sobre nuestra conducta. El ser humano necesita coherencia y de manera automática está especializado en encontrar razones que le permitan sortear lo que en términos de Psicología se denomina “disonancia cognitiva”, ese malestar psicológico que se produce cuando mantenemos creencias o valores contradictorios, o bien cuando actuamos en contra de nuestras ideas. Cuando procrastinamos, generamos una incongruencia con nuestras metas y eso nos genera incomodidad, por lo que solemos desarrollar pensamientos justificativos que alivien el malestar que esa incongruencia nos supone.

Es enorme la cantidad de justificaciones, excusas y razones, (un auténtico «buffet» libre) que podemos ofrecernos para tratar de dar una respuesta racional a nuestra incapacidad de llevar a cabo esa actividad que postergamos. Para superarlo es preciso mirar de frente a las causas profundas que se esconden detrás de nuestra inacción.

Causas

Las causas de la pereza pueden ser múltiples. En primer lugar, puede tener un origen físico o patológico, por lo que, en este caso, estaría de alguna manera fuera de la voluntad de la persona e implicaría una cuestión de salud.

Sin embargo, si la pereza es selectiva y afecta solo a determinadas tareas, es previsible que su causa esté derivada de que la persona priorice o bien su descanso, o bien otra actividad de ocio, etc.

Por otro lado, en ocasiones es posible descubrir que por debajo de la pereza lo que puede existir es miedo. No escatimamos justificaciones y excusas que nos protejan de arriesgarnos a salir de nuestra zona de confort y, a veces, nos resulta menos duro calificarlo de pereza que identificarlo como lo que realmente es: miedo que nos paraliza y nos impide hacerle frente de forma saludable.

Si la pereza está provocada por esta causa, existen un gran número de ansiedades y miedos que pueden provocarla, entre otras, estas fueron extraídas de la reflexión conjunta con motivo de un EmakuMeeting organizado por EmakumeEkin con sus emprendedoras asociadas:

• Al fracaso.

• A quedarme bloqueada.

• A tomar decisiones.

• A no “dar abasto”.

• A no “dar la talla” o no cumplir las expectativas.

• A no ser capaz de satisfacer las necesidades de la clientela.

• A hablar en público.

• A vender.

• A parecer prepotente.

• A enseñar lo que valgo.

• A “coger el toro por los cuernos”.

• A equivocarme.

En síntesis, lo que subyace a la procrastinación y la pereza cuando está originada por el miedo es el temor a la crítica, la evitación del fracaso, la falta de confianza en nuestras capacidades o la dificultad de la tarea.

Finalmente, la pereza puede ser una emoción de rechazo ante autoexigencias demasiado elevadas.

Conoce tu pereza

  • Analiza las causas de tu pereza.
  • Detecta dónde surgen tus saboteadores y mantenlos a raya. Rebélate contra la parte de ti misma que te lanza esos mensajes intimidatorios: “¿Cómo que no puedes?”.
  • Minimiza los miedos e incertidumbres. Asume que el miedo NO es real, tú lo has creado y tú puedes desactivarlo.
  • Recuérdate todo lo que portas en tu mochila que, sin duda, te hace capaz. Hazte consciente de tus herramientas y habilidades…

Planifica

  • Gestiona tu tiempo atendiendo a lo que realmente es importante. Planifica.
  • Sé rigurosa en el cumplimiento de tus planes y rutinas. Haz del cumplimiento, tu estilo.
  • Coloca las tareas que más te cuestan al principio de la mañana.
  • Reserva espacios para tu ocio y descanso en tu agenda diaria y temporal y cumple los tiempos que establezcas.
  • Concéntrate en los objetivos, más que en las tareas. Piensa en lo que conseguirás con cada acción.
  • Divide las metas grandes en otras más pequeñas y accesibles.
  • Especifica tus tareas de manera concreta, huyendo de generalidades y abstracciones.
  • Mide tus avances.

Pasa a la acción

  • Pon orden en tu lugar de trabajo.
  • Evita las distracciones.
  • No pienses y pasa directamente a la acción, antes de que los pensamientos paralizantes aparezcan.
  • Fija un espacio concreto para tareas que te den una pereza especial. Ponle una hora de comienzo y otra de final que sean realistas.
  • Utiliza mecanismos y herramientas digitales.
  • No esperes a que aparezca la motivación, ponte en marcha.
  • Busca apoyos sociales con personas que puedan ayudarte a cumplir tus compromisos.

Trabaja tu motivación

  • Acepta que las cosas buenas se alcanzan con tiempo, esfuerzo y dedicación.
  • Lánzate mensajes positivos sobre tu confianza en que vas a hacerlo y vas a hacerlo bien.
  • Conecta con tus recursos y fortalezas. Recuérdate las cosas que te han salido bien y lo que hiciste para que así fuera.
  • Prémiate con algo agradable siempre que cumplas. “CelébraTE”.
  • Fíjate en las cosas que ya has conseguido y realizado en lugar de mirar solo lo que queda pendiente.
  • Acepta tu humanidad, tu imperfección y tus errores. Date cuenta de que el resto de la gente es igualmente imperfecta. Son como tú.
  • Haz lo que debes, aunque no tengas ganas.
Foto de Brett Jordan en Unsplash

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