Mateo Alemán (1547-1613), escritor español del Siglo de Oro, afirmaba que «la juventud no es un tiempo de la vida, es un estado del espíritu».

Yo comparto esa opinión y, por eso, hace tiempo que pienso que cuando alguien comienza a hablar mal de la juventud, es que ha dejado de ser joven o, por lo menos, de sentirse joven.

La juventud actual cuenta con varias etiquetas negativas a sus espaldas, pero no es menos cierto que, en mi generación, también tuvimos unas cuantas y, según tengo entendido, también ocurrió en la época de mis aitas y de mis aitites.

Por lo tanto, llego a la conclusión de que la juventud, si puede considerarse un colectivo (de carácter temporal, eso sí) cuenta con una serie de estigmas incorporados de serie que, en términos generales, suelen ser críticos y negativos. ¿Por qué será?

Como todas las etiquetas y generalizaciones, estas también son burdas y, en la mayoría de los casos, no hacen justicia a la realidad que califican y, lo que es más grave, obedecen a un juicio crítico sobre lo que es bueno o deseable. Dado que lo habitual es que las creencias, ideas y patrones de las generaciones recién llegadas no coincidan con las anteriores, (a eso debemos que el ser humano evolucione, todo sea dicho de paso…) se critican. Sin embargo, antes de entrar en juicios o críticas, yo propondría, simplemente, que nos moviéramos en la neutralidad de pensar que, sin duda, responden a un época concreta y a un contexto.

No sé si las voces críticas que se alzan contra la juventud, calificándoles de generación perdida, de caprichosos/as, de “ninis”, se han parado a pensar cómo sería vivir en una sociedad que te ha alentado a formarte por encima de todos los estándares de exigencia para, finalmente, “retribuirte” finalmente con el desempleo y la emigración. En cualquier caso, también sería aconsejable antes de criticar, entablar una conversación para escuchar activamente lo que esas personas que están en su etapa joven, piensan, sienten y hacen.

Y eso es, precisamente, lo que ha conseguido, entre otros logros, la iniciativa www.quequiereshacercontuvida.com, que fue presentada en las I. Jornadas de Emprendimiento Juvenil y Consolidación Empresarial, organizadas por DEMA y que tuvieron lugar en la Universidad de Deusto, este mes de febrero.

Sandra Pina de “Quiero salvar el mundo haciendo marketing” presentó el proyecto y Luis Miguel Barral de “Two Much” fue el encargado de trasladar las conclusiones de este estudio en el que han mantenido más de 60 entrevistas en profundidad, que han servido para elaborar la encuesta a la que han respondido más de 2000 personas jóvenes de entre 21 y 30 años, en todo el Estado.

Este estudio pone de manifiesto la tensión existente entre lo que yo deseo (la voz de mi impulso vital) y lo que se espera de mí (la voz del orden social), que se traduce en las creencias sobre lo que es el éxito y el fracaso en nuestro entorno.

La juventud tiene, en palabras de Luis Miguel, tres formas distintas de lidiar con esta tensión:

  1. En primer lugar, la de las personas que deciden realizar sus deseos, que tienen norte, que hagan lo que hagan son conscientes de la meta a la que se dirigen. A este grupo, metafóricamente, lo equiparan con la “brújula”.
  2. En segundo lugar, se encuentran las personas que supeditan su deseo a las convenciones sociales, a lo que se espera de ellas. Aplazan o desplazan lo que desean para preservar el orden social. A ese grupo lo denominan “reloj de arena”, porque necesitan que alguien les dé la vuelta para funcionar.
  3. Y, en tercer lugar, se encuentra el grupo al que apodan “pila solar”. Lo denominan así porque se carga o se descarga en función del entorno. Estas personas están en fase de buscar su deseo. Están experimentando.

Pero, más allá de la forma de hacer frente a la mencionada presión social, el estudio de quequiereshacercontuvida.com analiza cuatro áreas de interés para la juventud que incluyen: la ocupación, la educación, la familia y las relaciones.

Algunas conclusiones de este estudio resultan francamente reveladoras. Te resumo algunas de ellas:

  • Existe una relación positiva entre la satisfacción con el trabajo y la economía personal.
  • No existen diferencias económicas entre las personas a las que “les gusta” su trabajo y las que “les apasiona”, pero sí existen diferencias entre estos dos grupos con respecto a su grado de satisfacción con la vida.
  • Entre las personas jóvenes que quieren emigrar, el porcentaje de aquellas a las que no les gusta su trabajo es superior al de desempleadas.
  • El autoempleo y el emprendimiento no son, ni de lejos, la opción elegida para el desarrollo profesional.
  • Se hace patente la tensión que provoca la responsabilidad intransferible de elegir lo que les apasiona.
  • En cuanto a la familia, el gran déficit parece ser la falta de ayuda para descubrir lo que quieren hacer en su vida.
  • Tener amigos/as es mucho más importante que la pareja y todo lo que les aleja de sus relaciones es vivido como una renuncia.
  • El “ME” y el “WE”, es decir, anglicismos para designar lo individual y lo colectivo danzan juntos y forman parte de una misma realidad.

juventud

Así es nuestra juventud, con creencias, valores e ideas distintas de las precedentes, a priori ni mejores, ni peores. Pero ¿qué ganamos como sociedad al desvalorizar a nuestros/as jóvenes?

En palabras de Albert Schaweitzer (1875-1965), Premio Nobel de la Paz en 1952: «Los años arrugan la piel, pero renunciar al entusiasmo arruga el alma»

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