En un post anterior, te ofrecía algunas reflexiones sobre lo que es la motivación y sobre la diferencia entre motivación intrínseca y extrínseca que espero te hayan resultado de interés.

Hoy me propongo analizar contigo otros elementos que he extraído de algunas de las innumerables teorías sobre motivación, que me resultan francamente atractivas. Me refiero, entre otras, a la teoría de la autoeficacia de Bandura y la teoría del aprendizaje cognoscitivo de Rotter.

  • El psicólogo ucraniano-canadiense Albert Bandura habla de autoeficacia, como la confianza que una persona tiene en su propia capacidad y diferencia entre:
  1. Expectativas de resultado, que son las predicciones que hacemos sobre el resultado concreto que esperamos obtener al realizar una tarea. Se trata de aventurar si mis acciones tendrán un resultado u otro. ¿De qué depende esa valoración que hacemos? Pues, según Bandura, de la dificultad de la tarea (cuando la tarea es difícil las perspectivas de éxito son pocas), de la comparación social (lo que han hecho otras personas en el pasado)… pero, en gran medida, depende de lo que nos decimos a nosotros/as mismos/as sobre las cosas que nos pasan, sobre nuestros éxitos o fracasos. Del diálogo que mantenemos continuamente con nuestra persona. Este “auto-feedback” (me acaba de salir el palabro!) depende de nuestras experiencias pasadas y de nuestra personalidad, es decir, de la forma en que hemos aprendido a filtrar y sacar conclusiones de las cosas que nos ocurren.
  2. Expectativas de autoeficacia. Son estimaciones que realizamos sobre la seguridad de poder realizar una conducta o acción concreta, es decir, la valoración de cuánto de capaz me siento.

Como ves, una gran parte de la actitud con la que nos enfrentamos a nuestros retos depende, no sólo de las cosas que nos han ocurrido en la vida y que nos han forjado como personas, sino de la forma en que nos contamos la historia.

Cada vez que nos enfrentamos a una tarea o un reto, tenemos una serie de perspectivas sobre nuestra capacidad al respecto. ¡Ojo! estas no son capacidades reales, sino la visión que tenemos de ellas y que hemos construido en virtud de nuestras experiencias vitales y de la “lectura” que hemos hecho de las mismas.

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En cuanto al psicólogo norteamericano Julian Rotter, a la hora de calcular nuestra fuerza motivacional, incorpora en su Teoría del aprendizaje cognoscitivo, un elemento que me resulta super-atractivo y que él llama el locus de control o foco de causalidad. Se trata, ni más ni menos, de la capacidad que tenemos de controlar nuestra conducta y los acontecimientos de nuestra vida.

Este concepto me engancha enormemente porque en realidad hace referencia al protagonismo sobre nuestra vida. Fíjate si me parece importante que sobre este tema descansa el mensaje principal de mi novela “Y te reirás de los peces de colores”. Cuenta con un anexo pedagógico sobre la capacidad de decidir que tenemos las personas, independientemente de las cosas que nos ocurran en la vida y te invito a visitarlo en este mismo blog.

En todo caso, Rotter habla de que este foco de control puede ser interno o externo y esta distinción hace referencia a si las personas atribuimos los éxitos y fracasos al efecto de nuestras acciones o a factores ajenos a nosotros/as.

Si nos ponemos en una tesitura en la que pase lo que pase sentimos que tenemos un margen de actuación, nos hacemos responsables y tenemos el timón de nuestra vida (condicionado sí, pero con posibilidades de modificar el rumbo). Sin embargo, si todo lo que nos ocurre depende del destino, del azar, del contexto, de la crisis o de las demás personas, la sensación es de impotencia. En la sensación de control sobre nuestra vida está en ocasiones la base de las depresiones. Ante cualquier situación, pregúntate: ¿y yo qué puedo hacer?

Para terminar, hay una fábula preciosa de Jorge Bucay que se titula El Elefante Encadenado y que precisamente describe la imposibilidad de liberarse de una pequeña estaca que siente un elefante, porque una vez lo intentó con todas sus fuerzas siendo cría y desde entonces cree que es imposible.

Te dejo algunas preguntas para reflexionar: ¿te encuentras atado/a a alguna estaca desde el pasado de la que no has intentado liberarte nuevamente? ¿dónde está tu foco de control, en las circunstancias externas o en ti?

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