Como sentenciaba el filósofo romano Séneca: “Ningún viento es favorable para quien no sabe dónde va”. En este post analizamos las dificultades para definir nuestra visión, nuestros objetivos vitales, especialmente cuando ello nos obliga a abandonar nuestra zona de confort.
Las metas y los objetivos surgen para conseguir la coherencia entre nuestro estado actual y otro estado, que es el ideal, al que aspiramos. Cuando la situación actual no coincide con la ideal, surge una incongruencia, una especie de tensión. En ese momento, planificamos una serie de conductas o estrategias que nos lleven a la consecución de ese estado ideal, es decir, a la desaparición de la tensión y la incongruencia. Esa incomodidad es la que proporciona la energía necesaria para que la persona actúe y el plan facilita dirección a la acción.
Estos cambios suponen abandonar nuestra zona de confort, que es el espacio imaginario en el que nos sentimos cómodos/as porque lo conocemos, nos proporciona una sensación subjetiva de control y nos movemos en ella con cierta flexibilidad. Abandonar la zona de confort implica un esfuerzo y supone hacer frente al miedo. El temor que surge tiene que ver, normalmente, con las dudas sobre nuestras capacidades, con las expectativas que construimos en relación con nuestra eficacia y en relación con los resultados que creemos que podemos conseguir. Dejar atrás la zona de confort implica riesgo, pero también es la única forma de crecer y desarrollarse.
Los obstáculos o dificultades que normalmente nos encontramos a la hora de “soñar” y definir una visión para nuestra vida, podrían sintetizarse en:
- Haber recibido desde nuestra infancia mensajes en los que nos disuaden de soñar para evitarnos el sufrimiento del fracaso.
- No reconocer la importancia que tiene soñar, ilusionarse, desear conseguir objetivos frente al realismo y la practicidad.
- Huir del compromiso que puede suponer establecer metas en nuestra vida de forma clara.
- Temer al fracaso y evitar su riesgo, a pesar de que ello implique alejarnos de nuestros ideales.
- Conformarnos con una vida “fácil”, huyendo del esfuerzo y el trabajo.
- Desear lo que desea otra persona. Interiorizar como propios, deseos que pertenecen a alguien, normalmente una figura relevante de nuestra vida, a quien queremos complacer.
- Pensar que ya sabemos lo que queremos y no actualizar nuestra visión a medida que avanza el tiempo.
- Asumir que nuestros deseos no tienen importancia y que tienen menos valor que los de las demás personas.
- Tener miedo de lo que deseamos, porque intuimos que no queremos tomar decisiones, quizá rupturistas, en relación con nuestro trabajo, nuestras relaciones, etc.
En cuanto a las repercusiones de la falta de visión, sus efectos podrían sintetizarse en los siguientes aspectos:
- Falta de sentido en nuestra vida y en nuestras acciones; no establecer nuestro destino.
- Desconocimiento de a dónde nos dirigimos, lo que suele desembocar en dejarnos llevar por la inercia. Esto puede provocar que nuestra vida no se ajuste a nuestros deseos o expectativas.
- Ir por la vida sin rumbo definido y claro, responder de manera reactiva, sin anticipación o proactividad.
- Contar con sueños o deseos, pero no establecer metas para conseguirlos.
- Sensación de vacío o de poca satisfacción vital.
Entre las soluciones y herramientas que podemos utilizar al respecto se encuentran las siguientes:
Permítete soñar
- Asume que el primer requisito para lograr una meta, es “tener una meta”
- Plantea tus sueños desde lo que de manera auténtica deseas, no desde las limitaciones del presente.
- Fíjate un alto nivel de expectativas, así tus objetivos serán elevados.
- Motivación no es tener ánimo, es tener motivos.
- Define alternativas creativas que faciliten la consecución de tus objetivos.
Gestión emocional
- Aprende a normalizar la ansiedad o el miedo que afrontas cuando tienes que salir de tu zona de confort, entiende el mensaje que encierran estas emociones y a partir de ahí, gestiónalas para que a pesar de que aparezcan, te permitan desarrollarte. Cuanto más te atrevas, mayor fortaleza emocional conseguirás.
- Pasa a la acción y enfréntate progresivamente a las situaciones temidas.
- Vigila que exista un equilibrio entre las exigencias que te planteas y tu capacidad.
Define tus metas
- Revisa la prioridad de tus necesidades. Cada persona tiene la suya y además es distinta en cada momento de la vida.
- Tener un objetivo claro y definido, te ayuda a dirigir y focalizar tu atención y esfuerzo, así como a conseguir y utilizar los recursos necesarios.
- Tus metas actúan como retos, alentando la realización de esfuerzos.
- Diferencia los distintos niveles de tus metas: las metas supra-ordenadas son las que dan sentido a tu existencia, las que hacen que tu vida merezca la pena ser vivida, las metas que te hacen levantarte cada día. Para alcanzarlas necesitas, sin embargo, otras metas intermedias. Y estas tareas intermedias también se logran a través de objetivos más concretos.
- Cuanto más específicas, concretas y definidas sean tus metas, más motivadoras resultarán.
- Las metas con un nivel moderado de dificultad, pero viables, te van a llevar a un nivel más elevado de rendimiento que cuando son extremadamente fáciles o complicadas.
Actitud
- Rodéate de personas nutritivas que te apoyen incondicionalmente.
- No pienses que es valentía, lo que simplemente es determinación. Las personas que persiguen sus metas tienen la misma ansiedad que quienes se instalan en la indolencia; la diferencia es que las primeras están concentradas en sus retos, no en sus déficits. Camina, no esperes.
- ¡Fuera creencias limitantes! Son inventadas y falsas. El pasado no equivale al futuro.
- Fortalece la esperanza como único remedio que hace soportable las dificultades de la vida. Es algo más que una visión ingenua de que todo irá bien. Se trata de la creencia de que tienes la voluntad y dispones de la forma de llevar a cabo tus objetivos, cualquiera que estos sean. La esperanza significa que no te rindes a la ansiedad, al derrotismo o a la depresión cuando tropiezas con dificultades y contratiempos.
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