¿Por qué en ocasiones padecemos comportamientos o formas de actuar que no nos gustan de nosotros/as mismos/as y aunque deseamos modificarlos caemos una y otra vez en ellos? Puede haber causas profundas que tiran de nosotros/as en otra dirección. Te cuento cómo…

Con cierta frecuencia, solemos escuchar a personas de nuestro entorno o incluso nosotros/as mismos/as nos planteamos y deseamos cambiar una parte de nuestra personalidad y, sin embargo, a pesar de nuestros esfuerzos nos vemos abocados/as a reproducir esas conductas que deseamos modificar, como si no pudiéramos escapar de ellas.

La perspectiva constructivista de la psicología nos ofrecen una explicación que hoy comparto contigo.

Este enfoque toma como base la Teoría de los constructos personales de Kelly. Se basa en que las personas vamos construyendo desde que nacemos constructos personales. Estos constructos son como teorías implícitas sobre quién soy yo, qué hago en este mundo, cómo es el entorno que me rodea… Nos sirven para explicar cuestiones concretas aunque no sean observables directamente.

Estos constructos los vamos construyendo en base a la captación de diferencias. Desde nuestra más tierna infancia, somos capaces de captar matices muy sutiles: la forma en la que nos hablan las distintas personas, por ejemplo. Esas diferencias quedan integradas en nuestra memoria semántica, que sirve para dar significado a esas diferencias.

Lo más importante de esto es que esos constructos son absolutamente personales y sirven a cada persona para construirse a sí misma y a los demás. Contamos, por lo tanto, con miles de constructos que hemos captado y organizado de forma jerárquica. Algunos de ellos son constructos nucleares que son esenciales para satisfacer la necesidad que tenemos las personas de sentirnos nosotros/as mismos/as. A pesar de nuestros cambios, necesitamos reconocernos de manera continuada.

Además de esos constructos nucleares, contamos también con constructos periféricos que podemos afirmar que no son esenciales para la definición de nuestro yo.

Pues bien, en ocasiones, las personas nos enfrentamos a lo que se denominan dilemas implicativos en algunos de nuestros constructos asociados. De esta forma, llegar a mi yo ideal me llevaría a sacrificar un atributo con el que cuenta mi yo actual del que no deseo desprenderme porque para mí es un constructo nuclear. Sería, por tanto, como renunciar a parte de mi identidad.

Voy a poner un ejemplo para clarificarlo. Imaginemos una persona que se califica como fuerte y quiere seguir siéndolo, porque ese atributo forma parte de la identidad que ha construido. Imaginemos igualmente que, por otro lado, califica que su yo actual es arisco y le gustaría ser más cariñoso o amable. Si en la forma en la que esa persona ha elaborado estos constructos, el atributo de cariñoso o amable está vinculado al adjetivo de débil, planteándose el mencionado dilema implicativo. De esta manera, esta persona se siente fuerte y desea seguir siéndolo, pero se califica como arisca y le gustaría ser amable, pero asume que serlo le llevaría a convertirse en alguien débil que no quiere ser.

Esa es la causa de que, más allá de los esfuerzos que realice, no consigue cambiar.

Se ha contrastado empíricamente que la existencia de dilemas implicativos está presente en estados de depresión y en trastornos como la fibromialgia o la bulimia.

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El objetivo de esta reflexión no es tanto provocar el cambio per se, sino que las personas podamos resolver nuestros conflictos internos en relación con ese cambio, deshaciendo asociaciones de constructos que no nos resultan saludables para que podamos desarrollar la vida que deseamos. ¿Dispuesto/a a analizarte?

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