Como analizábamos en el post anterior, la conducta de agradar tiene como función evitar las emociones incómodas que aparecen ante los pensamientos y creencias distorsionados que nos llevan a pensar que si nos mostramos como somos o si respetamos nuestros deseos y opiniones, las otras personas dejarán de valorarnos, de querernos. Sirve, por tanto, como alivio momentáneo, pero a la larga nos mantiene a merced de la voluntad y opinión de los/as demás.
Respecto a lo que esperamos recibir de otras personas, también podemos instalarnos en una serie de creencias erróneas como las siguientes:
- Las otras personas deberían apreciarme y quererme por todo lo que hago por ellas.
- Las otras personas deberían aprobar lo que hago, porque me esfuerzo por complacerlas.
- Las otras personas jamás deberían rechazarme, ni criticarme, porque intento vivir pendiente de sus deseos y expectativas.
- Las otras personas deberían ser amables y cuidadosas conmigo, ya que yo a ellas las trato de esa manera.
- Las otras personas nunca deberían abandonarme, debido a que me necesitan por todo lo que hago por ellas.
- Las otras personas jamás deberían enfadarse conmigo, porque haría cualquier cosa por evitar conflictos, enfados o enfrentamientos con ellas.
Cuando todas estas expectativas no se cumplen, pueden aparecer sentimientos de impotencia y frustración que tampoco se expresan directamente, lo que retro-alimenta el ciclo y daña las relaciones, restándoles autenticidad.
El mecanismo de complacer limita nuestro potencial de crecimiento, ya que propicia entre otros: la actitud de víctima, inseguridad, dependencia emocional, frustración, ansiedad y alerta constante por lo que van a pensar los otros, no poder decir NO, deterioro de las relaciones, huida, acumulación de carga emocional, abandono de los sueños y metas propios, pérdida del YO, sensación de vacío,…
Sin embargo, el mecanismo de complacer también ofrece algunos beneficios aparentes: conseguir atención, gustar a todo el mundo, sentirse imprescindible, falta sensación de control y omnipotencia, beneficios económicos y materiales… También puede suponer algunos beneficios ocultos: confirma la identidad emocional y refuerza la autoimagen (“soy una persona encantadora”), oculta emociones incómodas, evita afrontar conflictos, manipulación…
Ser amable, cuidar de los/as demás y mostrarles cariño es imprescindible para el bienestar emocional propio, pero cuando es a costa de nuestros deseos, necesidades y valores, es decir, cuando va en contra de nuestro ser, es necesario analizarlo y gestionarlo de manera saludable.
El lado luminoso de complacer es hacerlo desde la preferencia, no desde la necesidad, ni el miedo. Sin perjudicarnos. Para transformar la necesidad en preferencia, podemos:
- Reconocer que nos sirvió para sobrevivir en un momento dado.
- Alinear nuestra conducta con nuestras emociones y pensamientos propios.
- Asumir “las consecuencias de preferirte a ti”, que nunca son tan horribles como imaginamos.
- Reconocer nuestra necesidad de aprobación y de apego.
- Comprender que los demás no tienen por qué ser como queremos.
- Amar de manera saludable, poniendo límites firmes y amables, y relacionarnos con autenticidad.
- Cambiar nuestro lenguaje interno, sustituyendo los “debería”, «tengo que», por “voy a” o “elijo”.
- Reconocer y expresar nuestras emociones negativas.
- Renunciar a los beneficios de complacer.
- Aceptar que no tenemos por qué gustar a todo el mundo y eso no es culpa de nadie.
- Analizar los inconvenientes que puede suponer decir NO.
- Visualizar los beneficios a largo plazo para nuestra persona de nuestro cambio de actitud.
- Relacionarnos con personas que nos acepten y quieran como somos.
- Dedicarnos a tareas que nos gusten.
Entre las ganancias que se obtiene por abandonar la necesidad de complacer, podemos mencionar las siguientes:
- Más cariño auténtico
- Más auto-respeto, auto-confianza y seguridad.
- Más respeto por parte de los/as otros/as.
- Dedicarnos a lo que siempre hemos querido.
- Construir relaciones sanas.
- Mostrarnos como somos.
- Salud y bienestar emocional.
¡Importante! Salir del mecanismo de complacer y darnos lo que necesitamos, no significa ser egoísta. Debemos cuidarnos y amarnos para poder cuidar y amar a los demás. Se trata de querernos BIEN.
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