Continuando con la necesidad de conectar con las fuentes de nuestro malestar y favorecer su aceptación, que hemos abordado en post anteriores, surge otro elemento de gran importancia para su logro y que consiste en vivir en el presente.
El contacto con el presente implica, como sugieren los Prof. M.A. Vallejo Pareja y M.I. Comeche Moreno, un esfuerzo por experimentar lo que sucede desde lo que vivimos, frente a la interpretación que hacemos de los acontecimientos y que está sujeto a las limitaciones del lenguaje. Nuestros pensamientos, juicios, valoraciones, nuestro continuo auto-diálogo interno se comportan como barreras que nos impiden percibir e interaccionar con el contexto en el que nos encontramos. Perdemos oportunidades de conseguir nuestros objetivos y nos hacemos más rígidos/as. Estamos tan ensimismados/as en nuestros pensamientos, reflexiones y rumiaciones, que no atendemos a la vida que fluye a nuestro alrededor.
Vivir el momento presente también puede implicar pensar o reflexionar, si así lo decidimos, pero lo que resulta preocupante es esa difusa actividad de nuestro pensamiento automático, desligado de la realidad, que nos impide el contacto con ella.
Para promover el contacto con la realidad, se pueden utilizar herramientas como las siguientes:
- Notar la presencia de un determinado malestar.
- Identificarlo con una etiqueta verbal, nombrarlo.
- Dejarlo estar, observarlo con cierta distancia, no permitiendo que se fusione con nuestra persona.
- Entrar en contacto con ese malestar, dispuestos/as a experimentar lo que se siente tal cual, aceptando nuestros fallos e imperfecciones.
- Dar sentido a esa nueva forma de sentir e integrando el presente en nuestra percepción y en nuestra vida.
Centrarse en el momento presente, tal como propone el mindfulness, implica, por lo tanto, centrarse y sentir las cosas tal y como suceden sin buscar su control, sin tratar de sustituir nuestros pensamientos, sino aceptando las experiencias y sensaciones tal como se dan. La actitud de permanecer en una determinada situación sintiendo lo que allí sucede permite sentir de un modo completo, dejando que cada experiencia sea vivida en su momento.
Centrarse en lo que sucede permite poner por delante los aspectos emocionales y estimulares frente a su interpretación, alejando así las interferencias verbales que adulteran nuestra experiencia.
Otro elemento que puede ayudar a vivir el presente es el compromiso con la acción, fortalecer nuestra capacidad para gobernar nuestra vida, para lograr nuestros objetivos. Retomar las riendas de nuestra vida y llevarla a dónde nos dicten nuestros objetivos y valores, contando con las dificultades, malestares y demás emociones y sensaciones desagradables.
Nada de lo anterior tiene sentido si no permite a la persona dirigir su esfuerzo, su actividad y su determinación para lograr aquello que considera que merece la pena. Es preciso, por tanto, que identifiquemos nuestros valores que son los ejes de nuestra actividad. Sin embargo, es preciso subrayar que el trabajo de identificar nuestros valores y traducirlos en actividades concretas debe hacerse con cautela, evitando la deseabilidad social y dejando que sean los elementos auténticos que nos identifican.
Por lo tanto, el único medio que tenemos para lograr una vida mejor, más satisfactoria, de acuerdo con nuestros valores, reside en nuestro comportamiento, en nuestra interacción con la vida. ¿Vamos a por ello?

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