En este post, vamos a analizar pensamientos alternativos a los que nos suelen colocar en el juicio y nos llevan a experimentar emociones como la rabia, el miedo, la culpa… Según Joan Garriga, psicólogo humanista y autor de Vivir en el Alma, nuestros juicios sobre lo bueno y lo malo nos aprisionan y nos debilitan. Veamos cómo…

Los pensamientos son la materia prima de nuestros logros, pero también de nuestras limitaciones, porque nos seducen con tanta fuerza que los tomamos por la realidad. Nuestros pensamientos surgen, la mayor parte del tiempo, ajenos a nuestra voluntad y control.

Son como una bandada de pájaros que no controlamos. Según Garriga, al menos un 50% de nuestros pensamientos son ruido, sin norte ni dirección. Del 50% restante, un 30% son pensamientos en los que rechazamos la realidad, lo que nos puede provocar angustia. Nuestro objetivo con esos pensamientos es tener razón y demostrar que las cosas deberían ser de otra manera diferente a como son. Nos apartamos de la realidad de los hechos, para empecinarnos en lo que debería ser. Están gobernados por nuestra identidad, nuestro yo y guiados por lo que anhelamos, esperamos, tememos… Este 30% niega, cuestiona, exige, debate, lucha contra la realidad y, como consecuencia, siempre pierde por goleada (en casos extremos, haciendo incluso que enfermemos).

Solo el 20% restante es el pensamiento útil y funciona. Es el pensamiento que está al servicio de la acción, el que nos lleva a construir algo real y nos hace sentir bien, a nosotros/as y a las demás personas. Los pensamientos útiles están al servicio de la vida, de la aceptación y de la adaptación.

La conciencia, como elemento moral en el que se encuentran nuestros valores, evalúa, compara y juzga la realidad, a nosotros/as mismos/as y a las demás personas con sus ideas sobre lo que está bien y está mal. Con ese yo que piensa y juzga crecen emociones como el miedo, la vergüenza, el deseo, la esperanza, la angustia, la culpa o el temor a la vida. El órgano que juzga va creando su propia cárcel, hecha de conceptos, juicios, pensamientos y leyes. Construye gruesos muros para vivir dentro y sentirse protegido. Pero esos pensamientos nos aprisionan con nuestras propias exigencias.

La desvinculación

La primera herramienta, para afrontar estos pensamientos, es desvincularnos de ellos. Despersonalizarlos. No somos nuestro cuerpo, aunque es nuestro soporte. No somos nuestros sentimientos, ni nuestros pensamientos, a pesar de que nos guíen. Se desvanecen. Se crean y se destruyen. La clave consiste en permanecer en nuestro equilibrio, mientras esos pensamientos y emociones emergen.

Los pensamientos no son la realidad. Si quieres analizarlos, puedes hacerte las siguientes preguntas: ¿Es verdad esto que pienso? ¿Es realmente verdad esto que pienso? ¿Cómo reacciono al tener este pensamiento? ¿Quién sería yo sin este pensamiento? ¿A dónde me conduciría renunciar a los pensamientos que me intoxican? ¿Estaría mejor o peor sin ellos?

La clave radica en nuestra manera de construir la realidad, en tratar de no complicarla con problemas que son fruto de nuestras interpretaciones y no de los hechos objetivables. Los problemas pueden surgir de nuestro talento para complicar lo que nos sucede, de nuestra dificultad para aceptarlo o no.

La aceptación

Es necesario aprender a apreciar lo que existe con independencia de que encaje o no con lo que deseamos: “Solo puede ser feliz siempre quien está feliz con todo”. Cuando hablamos de apreciar, nos referimos a aceptar todo sin distinción, sin diferenciación lo que nos agrada y lo que nos disgusta. Esto implica:

  • Aceptar la realidad como se manifiesta, sin dejar de trabajar por nuestra parte para que se desarrolle en la dirección de lo que deseamos y necesitamos, desde lo legítimo y posible.
  • No fiarnos tanto de lo que consideramos bueno o malo.
  • Integrar todo lo que somos. Lo que nos parece malo o vergonzoso de nosotros/as mismos/as puede esconder una gran potencialidad.
  • Reconocer la dignidad de todas las personas, vivir sin enjuiciar. Amando incluso a quienes nos parecen malos o enemigos, renunciando a etiquetar a las personas con parámetros de mejor y peor.

Para finalizar, Victor Frankl, neurólogo, psiquiatra y filósofo austriaco creador de la logoterapia, propone al respecto que el ser humano puede mantener su brújula interior y encontrar sentido a su vida a través de tres caminos:

1. La acción, cuando tenemos libertad para actuar en la dirección de nuestros intereses, valores y propósitos.

2. La contemplación, cuando no podemos actuar, pero podemos ser testigos de las realidad.

3. El sufrimiento asumido, la entrega sin reservas.

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Photo by Leon Biss on Unsplash

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