La preocupación consiste en una cadena de pensamientos sobre un peligro o desgracia futuros, donde experimentamos incertidumbre sobre los resultados, ya que consideramos que esa amenaza futura es impredecible y/o incontrolable. Estos pensamientos normalmente van acompañados de ansiedad como respuesta emocional que implica inquietud o malestar y síntomas de tensión.

Las preocupaciones forman parte de nuestra vida y tienen una función saludable para prepararnos adecuadamente ante retos o problemas del futuro. Sin embargo, cuando su frecuencia, duración, intensidad y dificultad para controlarlas son muy elevadas, dejan de ser útiles y se convierten en una fuente de sufrimiento y, en algunos casos, acarrean consecuencias somáticas.

Las preocupaciones suelen tener una base común de vulnerabilidad al tener una percepción de amenaza generalizada, es decir, una visión del mundo como un lugar peligroso y, al mismo tiempo, nos pueden hacernos sentir incapaces de afrontar los eventos amenazantes. Dado que lo que se teme no es una amenaza presente, sino futura y de muy baja probabilidad de ocurrencia, no existe ninguna solución de carácter activo y los únicos recursos que nos quedan son de tipo mental y, entre estos, la preocupación constante se convierte en un intento de prevenir la amenaza.

A partir de ese punto, solemos desarrollar creencias positivas sobre la preocupación pensando que es un medio eficaz de resolver problemas, que nos prepara para lo peor, incluso que puede evitar que ocurra aquello que tememos…

Si sientes que las preocupaciones gobiernan tu vida, a continuación te propongo algunas herramientas que propone del Prof. Arturo Bados, de la Universidad de Barcelona, que pueden contribuir a controlar la frecuencia de la preocupación constante y el malestar que ocasiona:

  • Darte cuenta. Puedes hacer un autorregistro en el que anotes la fecha, situación, el disparador de la preocupación, la emoción que sientes, qué temes que puede pasar, la duración, qué haces para reducir la preocupación, su utilidad, tu ansiedad media y tu estado de ánimo cada día, el porcentaje del día que te preocupas y su grado de interferencia con tus actividades…
  • Control de estímulos. Consiste en posponer las preocupaciones que te surjan para un momento y lugar específico del día, tratando de evitar el tramo final para que no interfiera con tu sueño. Cuando notes que te estás preocupando, pospón la preocupación para el momento prefijado y concéntrate hasta entonces en el presente.
  • Relajación. Utiliza técnicas de respiración lenta y regular, tipos de relajación, meditación, etc., que te ayuden a controlar la ansiedad que te generan tus preocupaciones.
  • Interioriza que las preocupaciones no son incontrolables. ¿Qué pasa con tu preocupación si tienes que contestar el teléfono? Pon a prueba tu capacidad de controlar tus preocupaciones.
  • Cuestiona de tus pensamientos. Examina los datos a favor y en contra de tus interpretaciones y preocupaciones. Comprueba si tus predicciones son o no ciertas. Cuestiona la utilidad de preocuparse. ¿Qué pasaría si dejaras de preocuparte o te preocuparas menos?
  • Abandona tu creencia de que preocuparse es positivo. Revisa las pruebas que tienes para afirmar que preocuparse ayuda a afrontar las cosas o que mejora los resultados.
  • Practica técnicas de resolución de problemas. ¡Todo el mundo tiene problemas! Además, estos pueden visualizarse como retos que oscilan en un continuo de gravedad. Buscar distintas soluciones y luego selecciona las más adecuadas.
  • Convive con la incertidumbre. Dado que es imposible reducir la incertidumbre sobre el futuro, la alternativa es aumentar nuestra tolerancia a la misma.

En estos tiempos actuales, rodeados del riesgo de perder la salud, de perder a nuestros seres queridos, de perder nuestro empleo, de perder nuestra forma de vida… caer en un bucle de preocupación permanente lejos de ayudarnos, limitará considerablemente nuestra capacidad para buscar soluciones y empeorará nuestra fortaleza física y mental, ahora que más las necesitamos.

¿Y si intentamos preocuparnos menos y ver qué ocurre?

Photo by Nik Shuliahin on Unsplash

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