Esta semana he tenido la oportunidad de asistir a la presentación de Ricardo Sánchez de Futubide, Fundación promovida por la Asociación Gorabide, en el Programa de Competencias Transversales para la Profesionalidad. Se trata de una iniciativa coordinada por Bilbao Metropoli-30, con el liderazgo de bizkaia:talent, junto con las tres Universidades de nuestro Territorio (EHU/UPV, Universidad de Deusto y Mondragon Unibertsitatea) y con tres de los Colegios Profesionales de BasquePRO Elkargoak (Economistas; Químicas e Ingeniería de Caminos, Canales y Puertos)

Futubide tutela personas con discapacidad intelectual. La tutela consiste, en términos coloquiales, en hacer lo que nuestros aitas y amas hacen con nosotros/as, obligatoriamente por ley, hasta que cumplimos 18 años.

Desde Futubide han constatado, a través de su experiencia, que la calidad de vida de los hijos e hijas con discapacidad intelectual se deterioraba de manera importante con el fallecimiento de los progenitores. Y, por lo tanto, desde esta organización tratan de ofrecen, siempre tras el correspondiente proceso judicial, el apoyo, los recursos y la asistencia que estas personas necesitan para desarrollarse plenamente dentro de sus capacidades.

Cuentan, igualmente, con un programa de voluntariado, coordinado concretamente por Ricardo, a través del cual tratan de ofrecer a las personas tuteladas la posibilidad de interactuar, desarrollar actividades de ocio, tener relaciones sociales nutritivas y satisfactorias y generar lazos de amistad como base de su bienestar. En este sentido, es importante subrayar que las personas con discapacidad adolecen, en muchos casos, de relaciones sociales o estas se circunscriben a otras personas con discapacidad. A través de este programa, lo que comienza siendo una acción de voluntariado se convierte frecuentemente en una relación de amistad, que reconforta a la persona voluntaria y le ofrece dosis de significado vital y que, para la persona tutelada supone una inclusión social real.

Más allá de la razón de ser de Futubide, quisiera reflexionar a continuación sobre la actitud que mantenemos, en términos generales, hacia la discapacidad intelectual, o hacia cualquier otra diferencia que acaba desembocando en la creación de barreras y en fuentes sutiles de discriminación y exclusión social

Ricardo presentaba la discapacidad intelectual como un perjuicio que vamos adquiriendo. Las personas con discapacidad son personas que, por sus circunstancias, viven por debajo de la media social. La sociedad genera una serie de servicios para la media de la ciudadanía y, quienes no alcanzan esa media, se ven excluidos de esos servicios.

Las personas con discapacidad son personas que sienten, sufren, trabajan, se enamoran, aprenden y, cuando tienen acceso a un empleo, aportan con su trabajo, su esfuerzo y sus impuestos igual que el resto de la comunidad. Sin embargo, les miramos con otros ojos.

Existen muchas personas con discapacidad, integradas en el mercado laboral, en equipos de trabajo, que aportan elementos que, a veces, las personas sin discapacidad no somos capaces de ofrecer: diversidad, maneras diferentes de pensar, otros ritmos, relajar tensiones, no perder de vista lo importante, etc. A decir por los testimonios en este sentido, podría afirmarse que, quizá, los equipos y organizaciones en los que hay personas con discapacidad obtienen más beneficios que ellas mismas.

En ocasiones, se menciona que la base del conocimiento se encuentra en aprender, desaprender y reaprender. En el caso de las barreras que levantamos inconscientemente y, que excluyen a diferentes colectivos, entre ellos, el de personas con discapacidad intelectual, el reto urgente y necesario es desaprender para ver desde otra perspectiva.

En todo caso, el motivo de incluir una sesión como esta en el programa de competencias transversales para la profesionalidad, viene derivado de que la formación académica se presupone, pero son las competencias y habilidades transversales que se adquieren a través de nuestro desarrollo vital, y lo que es más importante, su alineación con nuestra identidad, desarrollo personal y nuestros valores los que hacen a una persona más empleable, pero también única: más auténtica y más feliz.

El objetivo es pues que los/as profesionales del futuro cuente con una sólida base ética y en valores que contribuya a que sus conocimientos y habilidades tengan un fin último coherente y alineado con las necesidades de una sociedad justa, más humana, democrática y progresista. Citando a la filósofa Adela Cortina “es fundamental para una sociedad reflexionar y pensar a qué valores le doy yo prioridad, cuáles me parecen más importantes, por cuáles estoy dispuesto/a a apostar”.

Por desgracia, existen numerosísimos ejemplos de personas con niveles altísimos de cualificación académica, que no han demostrado estar a esa misma altura en términos de talla moral.

¿De qué sirven grandes conocimientos técnicos, magníficas habilidades competenciales, si no se ponen al servicio del bien y se utilizan distorsionados hacia objetivos corruptos que perjudican al prójimo?

Eskerrik asko Ricardo! Eskerrik asko Futubide!

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